Vistas de página en total

martes, 22 de marzo de 2016

Puedes decir "no" y vivir en el intento.

Puedes decir “no” y vivir en el intento

Decir “no” debería ser sencillo, ¿verdad?. Es una simple palabra monosilábica como puedes apreciar. Sin embargo, saber, poder, o ser capaz, de decir “no” a una persona, situación, propuesta, etc, se convierte en algo complicado. Incluso, limitante. Y el hecho de que nos sea tan complicado decir “no” nos lleva a vivir esclavizados y esclavizadas por las decisiones que tomamos. Cuando te ves o te sientes incapaz de pronunciar esa palabra, te precipitas al “sí”. Tomando, de esta forma, una decisión contraria a tu deseo, necesidad o verdadera intención. ¿Pero a qué estás diciendo “sí”?. Pues en la capa más superficial, lo que se ve, estás aceptando situaciones, acciones, propuestas, etc, que no te apetecen, que te desagradan, que te son penosas, que son contrarias a ti mismo o misma. Sin embargo, lo que subyace bajo esa capa es a lo que realmente estás diciendo “sí”. Dices “sí” a: no me doy a valer, no me respeto, no sé qué es bueno para mí, no me quiero, estoy por debajo, me someto. Estas, y otras frases, son  pronunciadas por las personas que se trabajan, o nos hemos trabajado el saber decir “no”.

Te contaré, si te interesa, mi caso particular con este trabajo de pronunciar esa, aparentemente impronunciable, palabra monosilábica. Trabajando este tema, mi coach me planteó un reto. El reto: decir “no” en la primera ocasión en que se me realizara una propuesta, petición, mandato, al que no quisiera acceder. La oportunidad no se hizo de esperar. Me llegó pocos días después con motivo del nacimiento de mi querido hijo Iker. Un niño rubio precioso y único.

Te pongo en situación, y de esta forma la podrás ver con claridad, incluso, quizá, puedas conectar con algunas sensaciones o sonidos. Son las cinco de la mañana y dormía placenteramente. Una voz dulce y algo impaciente, a la vez que emocionada, acompaña a una mano que me acaricia la cara diciéndome “Nene. Despierta. Que nos vamos”. Al mirar su cara lo entendí todo. Pues allá que nos vamos. Bonito, entrañable, sí. Tan solo un detalle importante en el relato. Al cerrar la puerta, sabiendo que cuando la abriera seríamos uno más, me di cuenta de que no había nada preparado. Ni la cuna.

Pues llegó el día de salir del hospital. Quizá sepas, o te podrás imaginar, como salen unos padres primerizos del hospital. Quizá no todos, nosotros al menos salimos de allí ilusionados, felices y……asustados-desconcertados. Sí, asustados-desconcertados. Y lo propongo como nuevo término. Sobre todo si en tu casa te espera maniobras de ingeniería para montar cuna y otros utensilios. Creo que ya te has podido imaginar la situación.


En este contexto recibo una llamada. La llamada llega justo cuando estoy poniendo la silla del coche, y me dispongo que bajar de la habitación todos esos regalos que tan generosamente enormes son. Visualiza, imagina, siente como puede ser esa situación. La llamada era de mi jefe. Quería que fuese ese día a dejarle mi teléfono y Tablet de empresa. Cuando surgió ese planteamiento supe que era el monto del reto. Si me quería respetar a mí mismo, darme a valer, y sentirme bien conmigo mismo, debía decir “no”. Pues es lo que me apetecía, lo que entendía mejor para mí y mi familia. El tiempo se paró por un instante, y una frase apareció en mi mente: “ha llegado, es ahora o nunca”. Ten en cuenta que si alguien realiza este ejercicio es que realmente le cuesta muchísimo esfuerzo decir “no”. Hay a quien le trae serios problemas de salud.

Siendo asertivo y comprensivo con su posición, le dije que no podía hacerlo, y que no lo iba a hacer, pues salíamos del hospital y posteriormente necesitaba preparar la casa. Él mismo se sorprendió de mi respuesta, pues no estaba acostumbrado a que le dijera que “no”. Finalmente, se acordó una solución buena para ambos. Una compañera se pasó por mi casa para recoger el móvil y la Tablet.
Meses después cesó mi contrato en la empresa, pero no tuvo nada que ver este hecho. Tan solo fue cuestiones de personal y económicas. Por si piensas si hubo alguna represalia. Ninguna.

Al decir “no” me sentí bien conmigo mismo. Sentí como recuperé fuerza, y aumentó mi autoestima. Respeté mi momento, mi tiempo, mi necesidad. Este respeto por mí mismo tuvo una consecuencia inmediata. Una relación de mayor respeto entre mi jefe y yo. Y es que esto es lo mejor que puedes conseguir. Que al cambiar tú, al respetarte, quererte, valorarte, los de tu alrededor cambien hacia ti, te respeten, te quieran y te valoren.

Si no es tu caso, ¡enhorabuena! y gracias por leerme. Si es tu caso, gracias igualmente, y te propongo ese mismo reto. Es un reto habitual en mis sesiones de coaching, y con muy buen resultado.

Te reto, si quieres y te apetece, a que digas “no” en la primera ocasión que tengas tras leer estas líneas que te escribo. Tras esta, no te pares. Conviértelo en un entrenamiento. De hecho, si quieres, puedes empezar por situaciones de una baja carga emocional para ir subiendo en la importancia de la decisión. Y si te apetece, a modo de diario, podrías escribir posteriormente cómo te has sentido al decir "no". Qué sensaciones corporales había, emociones, reacciones ajenas, etc. De esta formas podrás hacer un seguimiento propio de tu evolución.


Respetarte, valorarte, quererte, depende de ti. En la medida que tú lo hagas contigo mism@ así lo harán los que te rodean.


Muchas gracias por pasar a compartir este momento. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario