Puedes decir “no” y vivir en el
intento
Decir “no” debería ser sencillo,
¿verdad?. Es una simple palabra monosilábica como puedes apreciar. Sin embargo,
saber, poder, o ser capaz, de decir “no” a una persona, situación, propuesta,
etc, se convierte en algo complicado. Incluso, limitante. Y el hecho de que nos sea tan complicado
decir “no” nos lleva a vivir esclavizados y esclavizadas por las decisiones que
tomamos. Cuando te ves o te sientes incapaz de pronunciar esa palabra, te
precipitas al “sí”. Tomando, de esta forma, una decisión contraria a tu deseo,
necesidad o verdadera intención. ¿Pero a qué estás diciendo “sí”?. Pues en la
capa más superficial, lo que se ve, estás aceptando situaciones, acciones,
propuestas, etc, que no te apetecen, que te desagradan, que te son penosas, que
son contrarias a ti mismo o misma. Sin embargo, lo que subyace bajo esa capa es
a lo que realmente estás diciendo “sí”. Dices “sí” a: no me doy a valer, no me
respeto, no sé qué es bueno para mí, no me quiero, estoy por debajo, me someto.
Estas, y otras frases, son pronunciadas
por las personas que se trabajan, o nos hemos trabajado el saber decir “no”.
Te contaré, si te interesa, mi caso
particular con este trabajo de pronunciar esa, aparentemente impronunciable,
palabra monosilábica. Trabajando este tema, mi coach me planteó un reto. El
reto: decir “no” en la primera ocasión en que se me realizara una propuesta,
petición, mandato, al que no quisiera acceder. La oportunidad no se hizo de
esperar. Me llegó pocos días después con motivo del nacimiento de mi querido
hijo Iker. Un niño rubio precioso y único.
Te pongo en situación, y de esta
forma la podrás ver con claridad, incluso, quizá, puedas conectar con algunas
sensaciones o sonidos. Son las cinco de la mañana y dormía placenteramente. Una
voz dulce y algo impaciente, a la vez que emocionada, acompaña a una mano que me
acaricia la cara diciéndome “Nene. Despierta. Que nos vamos”. Al mirar su cara lo
entendí todo. Pues allá que nos vamos. Bonito, entrañable, sí. Tan solo un
detalle importante en el relato. Al cerrar la puerta, sabiendo que cuando la abriera seríamos uno más,
me di cuenta de que no había nada preparado. Ni la cuna.
Pues llegó el día de salir del
hospital. Quizá sepas, o te podrás imaginar, como salen unos padres primerizos
del hospital. Quizá no todos, nosotros al menos salimos de allí ilusionados,
felices y……asustados-desconcertados. Sí, asustados-desconcertados. Y lo
propongo como nuevo término. Sobre todo si en tu casa te espera maniobras de
ingeniería para montar cuna y otros utensilios. Creo que ya te has podido
imaginar la situación.
En este contexto recibo una
llamada. La llamada llega justo cuando estoy poniendo la silla del coche, y me
dispongo que bajar de la habitación todos esos regalos que tan generosamente
enormes son. Visualiza, imagina, siente como puede ser esa situación. La
llamada era de mi jefe. Quería que fuese ese día a dejarle mi teléfono y Tablet
de empresa. Cuando surgió ese planteamiento supe que era el monto del reto. Si
me quería respetar a mí mismo, darme a valer, y sentirme bien conmigo mismo,
debía decir “no”. Pues es lo que me apetecía, lo que entendía mejor para mí y mi familia. El tiempo se paró por un instante, y una frase apareció en mi
mente: “ha llegado, es ahora o nunca”. Ten en cuenta que si alguien realiza
este ejercicio es que realmente le cuesta muchísimo esfuerzo decir “no”. Hay a
quien le trae serios problemas de salud.
Siendo asertivo y comprensivo con
su posición, le dije que no podía hacerlo, y que no lo iba a hacer, pues salíamos
del hospital y posteriormente necesitaba preparar la casa. Él mismo se
sorprendió de mi respuesta, pues no estaba acostumbrado a que le dijera que “no”.
Finalmente, se acordó una solución buena para ambos. Una compañera se pasó por
mi casa para recoger el móvil y la Tablet.
Meses después cesó mi contrato en
la empresa, pero no tuvo nada que ver este hecho. Tan solo fue cuestiones de
personal y económicas. Por si piensas si hubo alguna represalia. Ninguna.
Al decir “no” me sentí bien conmigo
mismo. Sentí como recuperé fuerza, y aumentó mi autoestima. Respeté mi momento,
mi tiempo, mi necesidad. Este respeto por mí mismo tuvo una consecuencia
inmediata. Una relación de mayor respeto entre mi jefe y yo. Y es que esto es
lo mejor que puedes conseguir. Que al cambiar tú, al respetarte, quererte,
valorarte, los de tu alrededor cambien hacia ti, te respeten, te quieran y te
valoren.
Si no es tu caso, ¡enhorabuena! y
gracias por leerme. Si es tu caso, gracias igualmente, y te propongo ese mismo
reto. Es un reto habitual en mis sesiones de coaching, y con muy buen
resultado.
Te reto, si quieres y te apetece, a
que digas “no” en la primera ocasión que tengas tras leer estas líneas que te
escribo. Tras esta, no te pares. Conviértelo en un entrenamiento. De hecho, si
quieres, puedes empezar por situaciones de una baja carga emocional para ir
subiendo en la importancia de la decisión. Y si te apetece, a modo de diario, podrías escribir posteriormente cómo te has sentido al decir "no". Qué sensaciones corporales había, emociones, reacciones ajenas, etc. De esta formas podrás hacer un seguimiento propio de tu evolución.
Respetarte, valorarte, quererte,
depende de ti. En la medida que tú lo hagas contigo mism@ así lo harán los que
te rodean.
Muchas gracias por pasar a
compartir este momento.